Si el doctor Armand Mattelart (profesor de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universidad París-Vlll), tuviera tiempo para las lecturas cotidianas de los diarios dominicanos, no saliera de su asombro.
Mattelard, un estudioso de la comunicación, admirado y respetado en República Dominicana y el mundo debido a su autoridad ganada por sus profundos estudios sobre la comunicación y el fenómeno sobre cultura de masas, le causaría pena ver que algunos de los que fueron sus admiradores en la época de la confrontación ideológica producto de la Guerra Fría, hayan tirado sus teorías y arriado otras banderas para intentar construir un cierto control social de un realidad que afecta al mundo, como el tema de las drogas.
Me provocó mucha risa, más que indignación, leer a uno de esos admiradores de los filósofos, sociólogos y politólogos constructores de las más concienzudas teorías sobre opinión pública, calificar a la compañera consensual de José Figueroa Agosto como el fenómeno Sobeida, una activa integrante de la red responsable de varios asesinatos y del mayor expediente de lavado de activo en el país, provenientes del narcotráfico.
Elisabeth Noelle-Neumann, directora del Centro de Investigación de la Opinión Pública de Allensbach (Alemania) e investigadora sobre comunicación, en su libro “La Espiral del Silencio, la Opinión Pública: Nuestra Piel Social”, estudia la opinión pública como una forma de control social. ¿Qué buscan ciertos “hacedores” de opinión pública presentando a Sobeida Félix Morel como “una mujer legendaria”, un “fenómeno de masas”?
Cuando el gobierno de George Bush dedicó todos los recursos y esfuerzos en la guerra contra el terrorismo en Afganistán y después en Irak, la lucha contra el narcotráfico cayó en un quinto plano.
La vigilancia de las costas y los espacios aéreos en la región fue prácticamente abandonada, de manera que los carteles de las drogas de América Latina crecieron de tal manera que territorios que servían de puente, como República Dominicana, se convirtieron en receptores de toneladas de drogas para el consumo local.
Las autoridades vernáculas del pasado, antes que hacer un compromiso en el combate a las drogas, entraron en una especie de complicidad real, que se verifica en la libertad con la que operaban esas redes, en algunas de las cuales activaban cónsules, ayudantes civiles del Presidente y uno que otros personajes de la nefasta administración 2000-2004.
Fue en el 2001 que se estableció Figueroa Agosto en Santo Domingo, y ni hablar de las actividades de Quirino Ernesto Paulino, este último capturado y extraditado por este gobierno.
La red de Figueroa Agosto operó impunemente por diez años y estableció su paraíso en el país. El problema no es si Sobeida, Maritza o Petra son “fenómenos de masas”.
La red de Figueroa Agosto operó impunemente por diez años y estableció su paraíso en el país. El problema no es si Sobeida, Maritza o Petra son “fenómenos de masas”.
La realidad es que en esta administración se han desmantelado las principales redes de narcotráfico surgidas por la coincidencia de dos descuidos fatales: La vigilancia aérea y marítima en la zona, y por eso cosechamos los efectos de esa decisión.
Por tanto, hablar de que una cómplice de crímenes y lavado de activos “es una mujer legendaria”, tiene el interés que la alemana Noelle-Neuman en el citado el “libro La Espiral del Silencio, Opinión Pública: Nuestra Piel Social” atribuye a quienes a través de la opinión pública tratan de establecer un control social.
Intentar establecer un control social en las sociedades se logra de muchas maneras. Presentarla como una “legendaria mujer” cuando se trata de una irresponsable que abandonó sus hijos para irse a disfrutar con Figueroa Agosto los dineros producto del narcotráfico, si no es ignorancia (que no lo creo, pues eso se lo podemos atribuir sólo a ciertos segmentos de la población), se trata de crear confusión para esconder las verdaderas causa de esa afirmación: imponer el silencio de la verdad y darle riendas sueltas a su amargura por los triunfos ajenos.
Al hombre o mujer ordinarios se le puede pasar que piense así. Puede ignorar el estigma social, pero sólo al criminal o al héroe moral no le importa lo que los demás puedan pensar sobre él, decía Edward A. Ross, profundo estudioso de la opinión pública.
Independientemente de los cambios registrados en la forma que opera y la efectividad de la opinión pública, cuyo papel en las sociedades no negamos, cualquier hacedor de ella debe partir de la realidad y presentarla en el contexto.
Y la realidad es que el fenómeno de las drogas no es exclusivo de República Dominicana, sino que es un problema global que ha llevado al gobierno del presidente Leonel Fernández a plantearlo con seriedad en todos los foros, tomar medidas internas dedicando recursos en la compra de aviones, radares y adiestramiento de los agentes antinarcóticos y la Policía. Lo otro, es pura cháchara.
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