Control de los Hedge Funds

Por Rafael Nuñez


Ruidoso en términos mediáticos, a causa de las andanzas desprevenidas de un roedor en el patio de la Casa Blanca, coincidió el anuncio del Congreso de los Estados Unidos, hace algunas semanas, sobre la aprobación en el Senado de la mayor reforma del sistema financiero en los últimos 70 años, convirtiendo esta noticia en una "victoria" de la administración demócrata, luego de la promulgada Ley de Reforma de Salud.

Aunque la referida Ley tiene que volver a la Cámara de Representantes para ser afinada conforme con los cambios introducidos en el Senado, resulta decepcionante que la reforma no haya entrado el bisturí hasta llegar a la parte más dañada: Los Hedge Funds, o fondos de alto riesgo, generadores de toda la podredumbre que infectó el sistema financiero mundial.

A pesar de que la Ley autorizaría al gobierno norteamericano a intervenir a cualquier entidad sospechosa y limitar su expansión, aún no estén en peligro de quiebra, los fondos de alto riesgo seguirán sin regulación, no obstante a que fueron los amplificadores de la crisis financiera global.

La falta de supervisión a las entidades bancarias y financieras provocaron el fango en el que parte del mundo quedó atrapado, mientras otros fueron salpicados, obligando a ese mismo Congreso de los Estados Unidos a sancionar más de 825 mil millones de dólares para salvar la economía mundial del peor crash desde 1929.

La no regulación de los llamados Hedge Funds en la Ley aprobado por el Senado con 59 a favor y 39 en contra, manda señales equivocadas. Lo que se plantea en el fondo del debate es la resistencia de sectores especulativos, de ideología conservadora, que pretenden seguir operando sin ningún tipo de control ni vigilancia.

Por sus propias características, los Hedge Funds se centran en inversiones especulativas o muy agresivas, normalmente prohibidas a los fondos tradicionales, lo que les permite maximizar su rentabilidad. Carecen de transparencia y dirigen su accionar donde hay gran volatilidad. Se dedican a las ventas de acciones al descubierto, permutas de activos financieros en base a papeles (conocidos como swaps).

En todo el sistema financiero mundial se conoce lo pernicioso que es para las economías, la no regulación de los fondos de riesgo o de cualquier otro tipo. En una correcta dirección actuó el Consejo de Ministros de Economía de la Unión Europea que el pasado 18 de mayo aprobó una nueva Directiva que endurece el control de los fondos especulativos.

Aunque todavía debe pasar el voto del Parlamento, esta Directiva exige de esos fondos más transparencia y les niega el pedido de Reino Unido de que una vez que tuvieran autorización de un país europeo para operar, estos fondos automáticamente pudieran funcionar en cualquier país de la euro zona, posición británica que se interpreta como una visa al desorden.

Entre las dos iniciativas hay un gran trecho: mientras la legislación norteamericana se cubre bajo el mismo manto de las intenciones británicas para que los fondos de alto riesgo no se regulen , la Unión Europea (que ya tiene el rancho ardiendo con la crisis de Grecia) exige, además, que las operaciones fraudulentas que realizan en estos momentos los fondos de riesgo, sean informadas a las autoridades, y se debe crear una especie de fondo de capital que asegure los riesgos.

Aunque se ha anunciado en Estados Unidos la eliminación de la Oficina de Supervisión de las Cooperativas de Crédito, uno de los factores a tomar en cuenta, si se quiere blindar el sistema financiero mundial, es que haya una supervisión a los supervisores, como ha planteado el presidente Leonel Fernández en los foros internacionales. Hay una gran cantidad de entidades cuyas responsabilidades debió ser la de vigilar y controlar esos capitales. Sin embargo, actuaron en abierta complicidad, pues algunas firmas calificadoras avalaron supuestas solidez de esas entidades especuladoras. Ese sector mueve 2 billones de euros en todo el mundo, y por eso los intereses que hay detrás de ellos presionan para que las legislaciones no se radicalicen para su control. Y Gran Bretaña que alberga el 80 por ciento de todos los fondos que se manejan en Europa, se aferra a la desregulación, según ha planteado su Ministro de Economía.

Lo peor del caso es que hay agentes financieros, banqueros y políticos responsables de la debacle de 2008, sin que haya castigo. Mientras los gobiernos de economías poderosas utilizan los recursos de los pueblos para salvar la glotonería y la falta de escrúpulos de estos señores, sólo un chivo expiatorio fue condenado a 150 años, el financiero Bernard Madoff, quien protagonizó la mayor estafa piramidal de la historia, de 50 mil millones de dólares. Sin embargo, sus compañeros de fechorías siguen en las calles, incluso recibiendo una jugosa jubilación, como ocurre con Dick Fuld, quien llevó a la quiebra a Lehman Brothers, una firma calificadora de riesgo.

Dos cosas hacen falta en Estados Unidos para que se disipe la duda de que estos fondos no se dejarán con las manos sueltas: que se legisle para regular efectivamente esos capitales, como ocurre en buena parte de América Latina, especialmente en República Dominicana, donde el sistema financiero está blindado. Otro punto es que la justicia de Nueva York actúe de manera implacable contra los grandes ocho bancos que están sometidos por engañar y sobornar a las agencias de calificación para conseguir buenas opiniones por las hipotecas basura.

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