Santo Domingo, Rep. Dom.-En los dos últimos viajes a Nueva York (el primero fue en verano y el segundo entrando el otoño) sentí el clima frío y en el ambiente neoyorquino se respiraba una quietud propia de una economía que batalla por salir del atolladero heredado de la administración republicana.
Le comenté a quien me sirvió de acompañante, un dominicano que tiene cerca de 30 años en esa ciudad, que se observa una especie de letargo, distinto al que nos tiene acostumbrado la gran urbe, una de las capitales de mayor actividad comercial del mundo.
(Y el clima extraño que percibí en verano, no tiene nada que ver con el paso de una estación a otra, o fruto de los cambios climáticos producto del calentamiento global, que hay algo de cierto en eso). Se trata de un enfriamiento de la economía que se olfatea hasta en la atmósfera.
Me comentaba el compatriota, por ejemplo, que ciertamente mi olfato no estaba equivocado, que la economía en Estados Unidos, especialmente en esa ciudad, apenas se mueve producto de la crisis económica mundial, que volvió a dar un traspié con los vientos huracanados de la turbulencia de Grecia y otras economías de Europa.
Mi interlocutor, dedicado por 20 años a trabajar en una base de taxis, acentuaba mi punto de vista acerca de la enrarecida atmósfera que se respira en Nueva York, al señalarme que conversa todos los días con personas de diferentes nacionalidades, y que la queja es unánime en visitantes y residentes en la ciudad sobre el estancamiento de la actividad económica.
En el segundo viaje con la comitiva oficial, a propósito de la agenda del presidente Leonel Fernández en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el centro de la ciudad experimentó un cierto movimiento comercial por la presencia de más de 150 delegaciones del mundo. A pesar de que el comercio del llamado Down Town se pudo haber visto movido en esos días, el resto de los negocios de Nueva York siguió al mismo ritmo que marca la economía de resto del país.
Se debe reconocer que el presidente Barack Obama ha realizado ingentes esfuerzos para sacar del fango, la descalabrada economía que heredó de la nefasta administración Bush. Las complicaciones económicas encontradas por Obama son de tal magnitud que para los expertos en economía, se espera que la recuperación estructural tarde por lo menos diez años.
Aunque se ha publicado una noticia cuyo titular a primera vista parece alentador, en el sentido de que en los cinco últimos trimestres se ha registrado un leve crecimiento del Producto Interno Bruto, todavía es insuficiente y ese movimiento del PIB al alza sigue dependiendo del apoyo del Estado Federal y de la Reserva.
El desempleo sigue siendo alto, de 9,5 por ciento, lo que indica que la economía por sí propia no está funcionando adecuadamente como para crear nuevas oportunidades de trabajo para las personas que perdieron sus puestos. Si esa mano de obra sigue ociosa, no hay forma de que se incremente el consumo. Esas personas no gastan un centavo porque no tienen de dónde.
Aunque en agosto se produjo un incremento del consumo, los economistas independientes lo atribuyen al restablecimiento, por parte del Congreso, del derecho a indemnización para algunos desempleados que tienen tiempo en el banco.
Pero hay otro factor que ha tenido que sortear el presidente Obama y su administración: Los obstáculos colocados en el camino por los sectores más conservadores de la política norteamericana, a los fines de mellar su popularidad de cara a las elecciones del 2 de noviembre, lo que en parte han logrado si se analizan las encuestas publicadas hasta la fecha. Entre una cosa y la otra, algunos analistas piensan que la administración Obama no ha sabido explicar la raíz y la magnitud de la actual crisis, que no es una responsabilidad suya. Esa es una verdad monda y lironda. Revertir el descontento progresivo que se advierte en los estadounidenses es una meta de su administración cuyos resultados están por ver, faltando un mes para las elecciones congresuales.
Los efectos nocivos de ese descalabro de la economía norteamericana, por otro lado, se están sintiendo en todo el planeta, de manera muy especial en aquellos países que tienen una alta dependencia de los Estados Unidos. Observemos qué hará en este mes que falta el presidente Obama para revertir la situación.
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