Globalización de la conciencia



En Domingo de Adviento de 1511, cuando el padre Antonio de Montesinos denunció con valentía los abusos e injusticias con que actuaban los españoles conquistadores contra los indígenas, su voz se levantaba para protestar contra un sistema nuevo que se imponía a sangre y fuego en Las Américas.


La Iglesia Católica, por boca del padre Montesinos, resumió con dos preguntas aquel escenario dantesco. Montesinos dijo:


“¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios”.


¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestable guerra a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos oídos, habéis consumido?”.



Frente al virrey-gobernador don Diego Colón y su corte de funcionarios, Montesinos no hacía más que clamar a los cuatro vientos la explotación inmisericorde a que fueron sometidos los nativos de estas tierras, bajo un sistema de esclavitud de tal magnitud que hizo desaparecer la raza indígena.



Aunque no se dieran cuenta, Montesinos, y luego los padres dominicos, denunciaba los efectos de la primera globalización llevada a cabo por España, Inglaterra, Francia y Holanda en las tierras americanas.



El exterminio de los indios Ciguayos, sólo por citar los de la isla Española, fue tan despiadado que dos años después del Sermón de Adviento, esto es en 1513, en la isla que hoy ocupamos República Dominicana y Haití sólo quedaban 1,148 indios, de los cuales 473 estaban repartidos entre los denominados encomenderos y 675 eran esclavos.



La forma de trabajar, sus creencias, sus hábitos, su cultura y la forma de alimentarse, todo, fue increíblemente borrado de La Española para imponer un sistema esclavista que llegó con la primera globalización, a bordo de tres embarcaciones: La Pinta, La Niña y La Santa María, pero que luego arribarían con otros criterios de imposición los españoles, primero, luego los ingleses, los franceses y holandeses.


La resistencia no pudo tener mayor expresión de heroísmo en la actitud del cacique procedente de La Española, Hatuey, cuando en el desembarco de Diego Velázquez en Cuba para la conquista, hizo lo siguiente, según narra Juan Bosch:



“Hatuey cayó preso y fue condenado a morir en la hoguera. Cuando un sacerdote le pidió que se convirtiera al catolicismo para que su alma fuera al cielo, el indio respondió que si los españoles iban al cielo, él no quería reunirse con ellos allá”. Hatuey fue quemado en febrero de 1512.



En los demás territorios conquistados, la crueldad de los colonizadores no fue diferente. Hoy, cuando estamos en el centro de la segunda globalización, la de la conciencia, nuevas tecnologías son empleadas para llevar a todos los rincones donde viven seres humanos, la visión hegemónica en lo político, económico, cultural y militar.


Los satélites espaciales son más que suficientes, como tecnologías de estos tiempos, para mantener al mundo de esta etapa post moderna, más que monitoreados, ubicados, sin importar en qué recóndito lugar geoestratégico se encuentre, claro está, potencialmente explotable.



El desafío que tenemos hoy en nuestros pueblos americanos, donde hay una profusión de un solo tipo de cultura venida del Norte, es colocar nuestros sentidos atentos, a fin de que esos avances tecnológicos puedan ser empleados para resaltar la cultura y los valores criollos.



Podemos disfrutar a Michael Jackson y a Beyoncé, pero saber que los nuestros son Juan Luis Guerra, Michael Camilo, Johnny Ventura, José Antonio Molina, Milly Quezada; dar a conocer a nuestros jóvenes quiénes son los maestros de la plástica como Darío Suro, Jaime Colson, Yoryi Morel, Celeste Woss y Gil y el atleta Juan Marichal, entre muchas otras figuras que hacen de nuestra dominicanidad un orgullo permanente.



Como ocurrió en el pasado lejano, la revolución tecnológica no puede ser vista como un elemento negativo que acontece en el proceso de desarrollo de la segunda globalización. Como en la primera, muy por el contrario, las nuevas tecnologías constituyen una oportunidad para que los pueblos puedan salir del atraso económico, social y educativo.



Las nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación son un vehículo idóneo para que nuestros conciudadanos puedan salir de la ignorancia. Estos elementos contemporáneos deben ser bien empleados para cambiar toda la estructura educativa, basada en otros métodos y componentes de la modernidad para que nuestra juventud sea formada en valores culturales, históricos, científicos y, sobre todo, en los valores familiares.


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