François-Marie Arouet fue un destacado escritor francés del siglo XVIII, conocido como Voltaire, con una trayectoria intelectual provocadora, irreverente y de avanzada. Le tocó estar preso varias veces en la histórica cárcel de La Bastilla por su pensamiento polémico en el plano ideológico.
Esa misma figura, controversial, fue la autora de una expresión que mantiene y mantendrá vigencia entre los verdaderos defensores de la libertad y la democracia. “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero daría mi vida para defender tu derecho a expresarlo”, dijo Voltaire.Se trata de una frase conocida, pero con frecuencia olvidada.
Lamentablemente, a veces ese principio, que debiera ser innegociable, es puesto de lado en nombre de la libertad.La sangre derramada por los amantes de la democracia fue para que hasta a los opresores y su descendencia se les respeten los derechos que ellos les negaban al pueblo y a sus opositores.
La libertad de expresión no tiene exclusividad. Nuestro ordenamiento jurídico establece con claridad qué hacer cuando alguien difama o injuria al hacer mal uso de ese derecho humano.No podemos, en nombre de la libertad, quemar libros o acallar voces, aunque sean las más crueles. Si en el ejercicio del derecho de la libertad de expresión se cometen violaciones penal o civilmente atacables, entonces el tribunal pasa a ser el escenario de discusión.
Entendemos que parte del contenido del libro de la hija del dictador Rafael Leonidas Trujillo contiene falsedades y distorsiones de lo que pasó en el país durante los 31 años de ese régimen criminal.
Entendemos que ha venido a batir la sangre que su padre derramó, pero si no comete injuria o difamación, está ejerciendo un derecho que su progenitor les negó a los otros, pero por el que mucha gente ofrendó su sangre.Gracias al sacrificio de heroínas como las hermanas Mirabal y héroes como los conjurados del 30 de mayo, la hija del tirano tiene el derecho a expresarse y el resto del pueblo puede no comprar su libro, exhortar a no leerlo, pero jamás impedir a que circule y esté a disposición de quien quiera leerlo.
Insistimos, si hay difamación o injuria, ahí están los tribunales.
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